Educación, visión y medicina desde el corazón de la selva
Para el pueblo Kofán, uno de los pueblos originarios de la Amazonía compartida entre Colombia y Ecuador, la educación no se limita a la transmisión de datos ni a estructuras externas. Se trata de una vivencia espiritual, territorial y comunitaria, cuyos cimientos se sostienen sobre cuatro grandes pilares:
- El pensamiento de los ancianos, guardianes de la memoria oral y espiritual del pueblo.
- Las lenguas nativas, que no solo nombran, sino que revelan el alma del mundo.
- Las plantas sagradas, maestras vivas que enseñan, sanan y revelan lo invisible.
- Las leyes de origen, que regulan la vida en armonía con los seres visibles e invisibles del territorio.
En esta cosmovisión, el yagé (también conocido como ayahuasca) ocupa un lugar central. Más que una planta, es una inteligencia ancestral que permite “ver” el entramado de la vida y reencontrarse con los dueños del mundo:
el jaguar, la anaconda, el guacamayo y el colibrí. Cada uno representa fuerzas espirituales fundamentales de la selva, con roles únicos en el equilibrio de la existencia.
Además, el yagé cumple una función diagnóstica en la medicina tradicional. A través de su uso ceremonial y del conocimiento profundo de los sabedores tradicionales, se pueden reconocer desarmonías en el cuerpo y el espíritu. Para ello, se interpretan señales como la orina, las legumbres, las visiones y el movimiento de la huaira (viento sutil o aliento vital), elementos que no son meras metáforas, sino lenguajes vivos de diagnóstico y cuidado.
La medicina, para los Cofán, no es solo curación del cuerpo, sino restauración del vínculo entre el ser humano y la selva, entre el alma individual y el espíritu colectivo.